EL PRÍNCIPE

27 06 2008

Mientras las cámaras enfocaban el monárquico retozar de Letizia y Felipe, el verdadero Príncipe bordaba el pase que daba la tranquilidad a su ejército. Su arquero no falló y ese 2-0 sería definitivo. A mí el Príncipe de Asturias no me representa, quiero decir, que no está en mi onda, que no está en mi plano. Envidio su gusto por las mujeres, nadar en Eva Sannum tuvo que ser algo maravilloso, pero hoy yo sólo puedo ser de Cesc. Tengo la sensación de conocerlo de toda la vida, del barrio, de los amigos que destacaban pronto en el instituto por aprobar sin estudiar apenas y que por las tardes con la bolsa Mito al hombro se iban al campo de tierra a romper balones con la sociedad deportiva de la Letro. Una humildad primaria, vergüenza por tener un don, pidiéndole a los Reyes Magos unas botas nuevas. La idea es que todos podríamos haber estado allí. Que esos jugadores son como nosotros. Cuando en Radio Marca escucho hablar a sus madres tengo la sensación de que dicen lo mismo que la mía. La madre de Cesc dijo el otro día: “mi niño es muy ordenado en el trabajo pero si vierais su cuarto, está hecho un desastre”. Cesc, al teléfono desde Austria, se ruborizaba. Lo bueno de los héroes es que nos sentimos identificados con ellos al instante, que de alguna manera son como nosotros. Por más esfuerzo alto-burgués que haga, por más madre griega y veraneo en Mallorca, por más periodistas guapas que se crucen en mi vida yo no me siento como Felipe; yo soy de los que patean balones desde que tengo uso de razón. Yo soy de las Joma Butragueño, de mi primera camiseta de España de Le Cocq Sportif, yo me he sollado las rodillas en las calles del Figueroa y en el campo del Miralbaida. Yo he estado federado, y lo digo con orgullo y tristeza. He jugado con Vicente en el césped artificial del Maestre Escuela. Celebrando cada gol como si de verdad millones de españoles nos estuvieran viendo por la tele. He abrazado a compañeros desfondados, me he adornado en los balones blandos. Me he quedado clavado bajo el larguero a la salida de un corner. He visto a Pablo lanzar un balón al palo desde medio campo. He visto a Santi correr en el último minuto de partido 50 metros persiguiendo a un contrario. He celebrado los goles gambiteros del Fernández. Incluso he disfrutado con los plantillazos de Luque. El fútbol es algo increíble. Y aunque ayer les tocara a ellos, aunque fueran ellos lo que metieron los goles, pese a que Cesc empapado de sudor y lluvia no tuviera ni la más remota idea de que yo estaba en mi casa llorando en cada uno de los tantos; cuando celebraron la victoria tuve la sensación de que también era mía. Y no por ser español, ni futbolero, ni nada parecido a eso. Era una comunión diferente. Todas las victorias se hacen con la misma carne; y de alguna manera el fútbol las unifica, las perpetúa, y nuestros abrazos son como los suyos, y nuestros goles un martes por la noche, después del trabajo, en un partido de amigos se parecen mucho a los que ayer el Príncipe, el de verdad: Cesc, regaló a sus compañeros. Aunque no estuviéramos allí, en nuestras casas todos sentíamos esos goles como nuestros, por que de alguna manera los nuestros también fueron suyos en su día. El fútbol es algo inmerecido. ¡Que invento!. La final es nuestra. Entera. Sin matices. Yo pienso dejarlo todo en el campo y estoy seguro de que tú harás lo mismo.

ANTONIO AGREDANO


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3 responses

27 06 2008
manolo g.

Yo también tuve la camiseta de Le Cocq Sportif, así que verás lo identificado que estoy con lo que dices. Contad conmigo para dejarlo todo en el campo!

27 06 2008
MSB

Este articulo se ha ganado por derecho propio el estar bajo la rubrica de «Que es futbol?»

27 06 2008
Manolo

Muy bueno, muy bien tu página.

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